El mayor de los premios (Cuento breve)


Un pequeño cachorrito se había perdido a pocas semanas de nacer, andaba solo por la calle confundido y temeroso, desesperado se acerco a una puerta abierta en la que hizo un tímido intento para entrar, pero el dueño lo vio y al instante lo expulso ásperamente. En otra casa tuvieron un poco más de compasión y le dieron comida por un día, el creyó que tal vez estaban pensando en adoptarlo, pero luego de dormir en la puerta por la noche, al siguiente día,
lo llevaron y dejaron en una esquina muy concurrida donde la gente terminó tropezándose con el y pateándolo. Cansado luego de varios intentos más para que alguien lo aceptara como mascota quedó acurrucado en un árbol de la ciudad, llorando con frío y mucha hambre. Creyó en esos momentos que lo mejor sería dejarse morir, lloraba de pena por si mismo, le pareció injusto haber nacido, estaba convencido de que era el peor y más mas miserable perro que exista sobre la tierra.  --Si hubiera sido más lindo, o tal vez más inteligente me hubieran aceptado— pensaba, pero estaba sospechando lo peor, que tal vez ni sus padres lo habían querido.

Pasaron algunas horas y pasó una niña que no podía creer lo que veía, quedo cautivada de ternura y compasión, tomó al cachorro y lo llevo a su casa. Jugaron un rato largo, le dio de comer y cuando vinieron sus padres les pidió por favor si podía quedárselo. Los padres se lo permitieron y pasado un tiempo, llegó a ser el mejor amigo de aquella niña.

Cierto día vino un conocido a visitarlo y al ver al perro se dio cuenta que era de raza pura, y que seguramente tenía mucho valor. Llamaron a un especialista para poder saber de que raza era; y cuando éste llegó quedo sorprendido ya que era muy difícil encontrar aquella raza, de inmediato les ofreció muchísimo dinero por el perrito. Los padres le dijeron que no estaba en venta, pero aquel hombre hizo una última oferta, que fue el triple que la primera. Los padres pensaron bien y le dijeron a la niña que era su decisión, porque el dinero sería para ella. La niña no tenía idea de todo lo que podría llegar a hacer con aquélla suma de dinero pero sin vacilar dijo: -- No hay ninguna cantidad de dinero que yo cambie por mi perrito – Al saberlo su mascota, no podía ser más feliz.

Había descubierto que su propósito en la vida era darle felicidad a su dueña y brindarle lealtad hasta morir. Esta fue su mayor recompensa en la vida.

No dejes que la opinión de cualquiera afecte tu vida, ni que el rechazo, el maltrato o abandono  te condicionen, porque no vales por lo que otros dicen de ti, ni por como fuiste tratado. Vales porque, sin excepción, todos tenemos la capacidad de dar cosas maravillosas a los demás, éste es nuestro destino, y nuestro propósito en el mundo, dar con amor. Porque se puede dar sin amar, pero no se puede amar sin dar.

Por Esteban Correa 

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